La desmedida inclinación es el fruto de la semilla de la constante auto promoción de una inmensa mayoría
Como cristianos, y en especial a nosotros los ministros, conviene no ingerir de esa cosecha, si es que de veras queremos imitar Cristo.
Lo de la autopromoción generalizada queda plasmado en un estudio realizado por autoridades competentes en el comportamiento humano, en el que constatan que un 97% de las personas a quienes se les entregó una nueva pluma en mano, para que la pusiesen a prueba, lo primero que hicieron fue escribir sus nombres o firmar con ella.
Nadie está exento de padecer el síndrome de la egolatría en algún área de su vida, puesto que a todos nos gustan los elogios; y porque es cierto que nos animan.
Los elogios son entendibles, y en circunstancias merecidos. El problema puede surgir al no bajamos de esa nube por dejar que nuestra alma se embeba del éxtasis de la admiración y los vítores.
El ególatra, se considera autosuficiente. Por ende cree tener muy buena puntería en todo. Sin embargo, de nada le vale, ya que nunca llega a apretar el gatillo, porque sabe que de hacerlo, destruirán su Yo, que después de todo es la diana de su blanco.
Los que con el papel del ensimismado se envuelven, paquete insignificante logran. Romanos 12:3.
Hasta la próxima, Dr. Frank Huertas